En anteriores capítulos, El Joker cumplía su función en términos de respetar la
esencia básica del personaje, pero fracasaba al imponer un sentido de
bidimensionalidad en comparación con otros villanos, que albergaban más
contenido psicológico (EJ: Man-Bat o Poison Ivy). Por suerte para el
espectador, parece que los escritores se pusieron las pilas en su tercera
aparición, y debemos darle las gracias a Ted Pedersen y a Steve Hayes,
que escribieron el episodio.
Todo comienza con
una juguetona pero peligrosa declaración del Joker, quien le ha declarado la guerra
al alcalde Hill (de quien hablaremos después) después de que este dijera que
tanto él como Batman son la misma clase de calaña que está arruinando
Gotham City desde dentro, arruinando cualquier posibilidad de prosperidad
social presentada por el mismo alcalde. ¿Y qué piensa hacer el payaso al
respecto? ¿Secuestrarlo y anunciarlo por televisión? ¿Inundar su
casa con gas de la risa y robarle sus costosas pertenencias? Pues no
exactamente. Verá usted, en esta ocasión, las intenciones del Joker son más explosivas
que de costumbre, ya que planea infiltrarse en el cumpleaños de su hijo y hacer
volar por los aires tanto al alcalde como a un montón de políticos importantes
que se han dejado caer por allí (“Obligados” por el alcalde, que trata de lavar
su imagen y aumentar su popularidad, aunque esto entre en conflicto
con su hijo).
Es así como
conocemos a Jordan, un pequeño aspirante a mago que guarda un parecido
más que razonable con nuestro príncipe payaso del crimen, y que termina admirando
al Joker y a sus ocurrentes bromas. Bueno, más bien de “Jekko El Magnífico”,
que es un disfraz de tapadera “improvisado” que el criminal utiliza para
“no llamar la atención”. Y bueno, notamos que, para Jordan, “Jekko”
es lo que desearía que fuese su padre: Un tío guay con varios trucos
bajo la manga. Pero en cambio, lo único que tiene como padre es un político
obsesionado con la popularidad, y que no empezará a amar a su hijo una vez haya
desaparecido. Porque Jordan, el pequeño travieso, se ocultó en la furgoneta de “Jekko”
para poder ir a su casa y convertirse en un gran payaso/mago, como él. Lo que
Jordan ignora es que “Jekko” es, obviamente, El Joker, y que este estuvo
a punto de asesinar a su padre y sus colegas de no haber sido por la
oportuna interrupción de Bruce Wayne, que se deshizo de la bomba mucho más rápido
que en el 66.
Esto pilla por
sorpresa al Joker, ya que no entraba en su plan el hacerse con el crío.
Pero dado que lo de su truco explosivo fue un fracaso, y que la policía
anda buscando al renacuajo, al final decide darle la bienvenida al chico, dando
paso al ingrediente narrativo que los otros episodios del payaso carecían: Corrupción.
De momento, sabemos que Batman y El Joker tienen una “historia”, pero
jamás hemos comprendido por qué, en este universo, Batman se toma tan en serio
a esta versión del personaje. Que sí, es un genio criminal y sus maquinaciones
pueden resultar mortales, pero en comparación con El Espantapájaros o
Man-Bat, este Joker era más un villano de la Silver Age.
No es sino hasta
cuando conoce a Jordan que nos damos cuenta de cuán malicioso y
depravado puede llegar a ser este Joker, quien básicamente es la ejemplificación
humana de la corrupción de la inocencia. Durante todo el episodio, Joker trata
de enseñarle trucos mortales al chico, y le obliga a presenciar sus
intentos de asesinato con Batman, camuflados en simpáticos y/o coloridos
trucos de magia que, en otras circunstancias, habrían sido impresionantes, pero
que aquí, son pura maldad. Este Joker es un asesino psicótico disfrazado
de payaso colorido. Como debe ser.
Ya lo he dicho
varias veces, pero durante esta época, solía describirse al Joker como esa
clase de persona que encuentras en un bar y es capaz de invitarte a una
copa, pero si le das la espalda, también podría arrojarte a una piscina
llena de víboras. De ahí procede su toque impredecible, ese del que tantos se
jactan que posee el personaje: Joker recluta a Jordan a su lado porque le encanta
la idea de distorsionar su pasión inocente, que es la magia. Le apasiona
la idea de tener a un niño como testigo a la hora de provocar que Batman esté ahogándose
en un tanque de agua, supuestamente sin escapatoria alguna. Y es un enfoque muy
sádico y perfecto para un Show de este calibre ya que, al tirar por
allí, estamos ante una clase de villano al estilo de Freezer.
Para que se haga
una idea, Freezer era un personaje unidimensional que no sufrió
evolución alguna en “Dragon Ball” (El Manga Original) más allá de sentir
auténtico pavor cuando Son Goku, el Super Sayajin Legendario, le dio su
merecido. Sin embargo, toda la historia, y las acciones cometidas a
través de esta (La Muerte de Vegeta, El Ataque de Ginyu, La Destrucción de
Namek, La Transformación de Goku, etc.) eran provocadas por él, directa
o indirectamente. Sin Freezer, no existiría el Super Sayajin, o la
destrucción de Namek, o la Saga de Namek en un todo. Es un antagonista
unidimensional, pero que destaca gracias a la influencia narrativa que
desprende hacia todos aquellos que lo rodean. Y en eso se está convirtiendo El
Joker en este episodio.
Es la fórmula que
mejor le sienta, si se quiere evadir el indagar en su origen o una
justificación para su forma de ser. Teniendo sus tretas en cuenta, podemos comprender
por qué Batman se lo toma tan en serio, y nuestra visión del personaje cambia
por completo, pues ahora ya no es un simple bromista malvado que desea llamar
la atención o robar piedras preciosas. Ahora estamos lidiando con un hombre
que, por una simple crítica a su persona, sería capaz de cometer acciones
terribles disfrazadas de confeti y artilugios de juguete. Y todo porque
criticaron su persona.
Y luego existe el
contraste con Batman y el alcalde, que son las figuras autoritarias de
la obra. Unos “aguafiestas” que, supuestamente, quieren arruinar toda la
diversión y llevar a cabo una rutina aburrida y apagada, cuando irónicamente
son quienes buscan lo mejor para Jordan, o para Gotham City en un todo. Básicamente,
son adultos responsables. El Joker es lo que pasaría si Peter Pan
tuviera el cuerpo de un adulto y fuera una diva de la atención psicótica que disfraza
sus crueles intenciones con palomitas de maíz y parques de atracciones (Que, no
en vano, su guarida en este episodio es un parque de atracciones
abandonado también). Incluso sus armas están elaboradas a modo de cachondeo.
Desde una barra de dinamita que pasa como vela de cumpleaños, hasta unos bebés
de juguete que en realidad son granadas, como en “The Dark Knight
Returns”, conforman el repertorio de “juguetes” del príncipe payaso del
crimen.
Es un episodio
bastante infravalorado en comparación a otros ya comentados, o futuras
apariciones del payaso, ya que aquí somos testigos de la evolución
narrativa del antagonista, y como tal vez sus escritores han empezado a dar con
una forma para lidiar con él de modo que no resulte colapsado por el
resto de villanos que lo rodean (Que, a diferencia de él, poseen más
desarrollo o un perfil psicológico más impecable). Mucho mejor que el
episodio anterior, pero sin igualar la intensidad de “Pretty Poison”
o la semi perfección de “Nothing To Fear”.
Tampoco le ayuda
que el episodio siguiente venga a marcar un antes y un después en la
historia de la serie, ya que será uno de esos tantos capítulos que vendrá a
demostrarnos cuán perfecto puede llegar a ser el Show si se planean y
ejecutan las cosas bien. Y, más adelante, El Joker estará en esa misma
posición, pero todavía es muy pronto para hablar de eso.
''Prepárate para mi bati magia''
ResponderEliminarLa mejor batifrase del batiespisodio. xd
Si sacas ese diálogo fuera de contexto y lo escuchas con ojos cerrados, parece el principio de una porno, pero una muy épica.
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