Hacía años que no veía "Colombo". Es la típica serie que utiliza la fórmula de "Sherlock Holmes", pero al revés. Y no sé qué he pasado, pero el Episodio "Cualquier viejo puerto para una tormenta" me ha marcado. Bastante. Creo que es la primera vez en toda mi vida que un proyecto audiovisual me ha hecho llorar. No sé si sea por un punto de vista subjetivo u objetivo, pero me sentí muy conectado tanto a Colombo como a Corsini, respectivos protagonista y antagonista del episodio.
Hablamos de un teniente de policía que siempre aparece en el momento más inapropiado para el asesino, ganándose su odio y desprecio. Con Corsini fue diferente. Ambos son de origen italiano, ambos comparten una afición artística por el vino, y ambos se respetan el uno al otro como iguales. El espectáculo nunca hace un drama alrededor de esto, pero llega a ser doloroso para alguien como Colombo el descubrir que uno de los pocos candidatos al puesto de asesino sea una persona tan amable, honrada y respetuosa.
Inevitablemente, el protagonista descubre el pastel. Encuentra a Corsini deshaciéndose de unas pruebas. Corrige sus fallos, que fueron cometidos por el propio antagonista por accidente. La presión de haber asesinado a su hermano, que trató de arrebatarle el trabajo de su vida con la simple intención de amasar más dinero para malgastarlo, termina por alcanzar al artista. Sin embargo, este mantiene su caballería. No da la impresión de que veamos una conversación entre un policía y un asesino, sino más bien la de dos almas incomprendidas que, por azares del destino, tuvieron la mala suerte de conocerse en el momento más inapropiado de sus vidas.
A lo largo de la serie, incontables personas tratan a Colombo como un desaliñado, como un chiflado o un estúpido (Forma parte de su genialidad, pero ya comprendes mi punto). Corsini no para de sentir admiración hacia él. Quiere saber cómo lo atrapó, quiere enseñarle el arte del buen vino, a cómo diferenciar un buen vino con un mal vino, invitándolo a su santuario aún y cuando fue allí donde murió su hermano. Aun y en esta situación, no pueden dejar de simpatizar el uno con el otro. Comprenden que cada uno hace lo que tiene que hacer porque es lo que tienen que hacer. Colombo investiga criminales para llevarlos ante la justicia, y Corsini sólo cometió el grave error de involucrar su arte en un mal negocio, personificado en la forma de su hermano pequeño.
Se van en el coche de camino a la comisaría. Hacen una parada en su negocio. Colombo pone a prueba su experiencia con el vino, otorgándole un previsible regalo a su pobre compañero. Lo saborea. Sabe magnífico. Colombo tiene buen gusto. El antagonista comparte su opinión con el protagonista, quien por primera vez en todo el episodio deja florecer una emoción inesperada: Felicidad. Es lo más agradable que han dicho de él. Hacen un brindis. Observa como su acompañante sigue degustando el gusto de su regalo. Aún y cuando está sentado junto a un asesino, no puede evitar sentir admiración por él.
Básicamente, Corsini es un buen vino echado a perder por la mala climatización que le rodeaba. Y se da la impresión de que Colombo lo sabe. No derrama lágrimas, discursos forzados, o palabras comprensivas. Es su expresión, sabes. Dice más que mil palabras, y todo eso te llega de golpe.
Y yo cometí el error de no estar preparado para este espectáculo.
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